domingo, 5 de agosto de 2012

TELEVISIÓN PÚBLICA: RUBALCABA DENUNCIA, SPÍNOLA CONSIENTE

Contribuir a la formación de una opinión pública informada, garantizando el pluralismo y la veracidad, eran el santo y seña de la reforma del régimen jurídico de  la radio y la televisión de titularidad estatal realizada por el gobierno del PSOE, a través de la Ley 17/2006. Fue un gesto de  coherencia indiscutible. No es fácil que un gobierno renuncie a lo que venía siendo, y vuelve a ser, un gran aparato de propaganda.

La dependencia del Parlamento y no del Gobierno, la elección de su consejo de administración por mayoría reforzada, la supervisión de su actividad por una autoridad audiovisual independiente, la defensa de la independencia de sus profesionales y su participación (Consejo de Informativos)  fueron   ingredientes  para lograr la “neutralidad y objetividad” de los contenidos informativos, para que RTVE cumpliera una tarea de  servicio público indispensable en  una sociedad democrática.

Promover un cambio similar para la radio y televisión canaria  era, fue, un compromiso esencial de los socialistas   ante su degradación y manipulación  por los sucesivos gobiernos de Coalición Canaria y del  PP, que hoy se “abochorna”  ante la indecencia  de  su politización. Indecencia que no les frena en absoluto a la hora de perpetrar en Canarias el mismo asalto  a RTVE, la española, que están rematando estos días.

He leído el Recurso de Inconstitucionalidad formulado por lo más granado de los diputados socialistas (Chacón, Hernando, Rubalcaba, Narbona, Jauregui, López Garrido, Torres Mora, Madina, Valenciano y, cómo no, el inimitable Pepe Blanco), sobre argumentos elementales desde el punto de vista constitucional y democrático: la revisión del modelo legal por Decreto Ley es un abuso  de los límites constitucionales; y  la invocación  razones abstractas para justificar los cambios  sólo pretende ocultar sus verdaderos objetivos de evitar todo tipo de control parlamentario y volver a situar el ente público en la órbita gubernamental. Objetivos que éstos días  “están ocurriendo, los estamos viendo”, como decía un slogan  de CNN+, tras los últimos nombramientos y destituciones.

El panorama  es patético.  Rubalcaba denunciando y, aquí en Canarias,  un PSC-PSOE consintiendo. Cuando Spínola & Co.  protagonizaron una negociación completamente entreguista con Paulino, obsesionados por sentarse como fuera en el Gobierno. Cuando aceptaron una Consejería de Presidencia desgüesada, sin los Servicios Jurídicos ni Seguridad, o una Consejería de medioambiente sin ordenación del territorio, nunca pensé que la pusilanimidad llegara a tanto.

Cambiar el modelo de la radiotelevisión canaria no tiene nada que ver con la crisis económica, sino con la dignidad democrática, esa que parecen  algunos haber perdido para siempre.

Sin una opinión pública  libre  “no hay sociedad libre ni, por tanto, soberanía popular”… “reducidas a formas hueras las instituciones representativas”…”y absolutamente falseado el principio de legitimidad (democrática) que enuncia el art. 1.2 de la Constitución”… “vaciados de contenido real otros derechos que la Constitución consagra”,  dejó establecido el Tribunal Constitucional desde  sus primeras Sentencias (1981) sobre la libertad de información.

En Canarias entre el paisaje reflejado  los medios de comunicación y el pluralismo de la sociedad hay una sima, que hace difícil exagerar  la importancia de que los  medios de titularidad pública funcionen como un auténtico servicio público y velen por la objetividad informativa.

Los que están perpetuando  con su pasividad en el Gobierno el actual statu quo, con un director general que se ha estado riendo del Parlamento desde que lo nombraron,  deben ser plenamente conscientes del daño que hacen. Porque los manejos de Paulino y de los suyos no se limitaron a manipular los medios públicos, sino a amañar el concurso de la TDT que los Tribunales han anulado  --pero ellos como si tal cosa-- y contra el que el grupo parlamentario socialista canario dirigió las más agrias   críticas.

Cada vez que los que se dicen demócratas consienten un ataque a las reglas democráticas, por oportunismo o por conveniencia, sientan un  grave precedente. Un precedente del que luego sacan literalmente petróleo los enemigos de la democracia. O los que estarían más cómodos sin ella.

Decirles  estás cosas a unos aparatchiks  arregostados   de mediocridad es como arar en el mar.

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