jueves, 25 de noviembre de 2010

¿Y ahora, qué?



Las circunstancias encaminan al PSC hacia una encrucijada. Los socialistas solemos incluir en nuestro breviario de citas que el PSOE es el partido que más se parece a España. No sólo porque hemos interiorizado, hasta integrarla en nuestro ADN, la unidad y diversidad de la realidad española. No sólo porque, en consecuencia, hemos patrocinado el Estado de las Autonomías como plasmación jurídico-política de aquella realidad compleja: unitaria y plural. Sino porque nuestra propia estructura como Partido se asienta, además de en el principio democrático, en la concepción federal (consagrados solemnemente nada más empezar a leer nuestros “Estatutos Federales”).

Esa concepción federal no es una fórmula magistral que nos garantice delimitar dónde terminan los intereses y el campo de la política española y dónde empieza el terreno propio de las organizaciones territoriales, en el que éstas pueden y deben definir sus propias políticas y estrategias.

No es una fórmula. Se trata de una definición, y un punto de equilibrio, que hay que encontrar y construir cada día. Cada vez que nos equivocamos, podemos bloquear nuestra capacidad política en los asuntos generales y la función de dirección política del país que corresponde al Gobierno (cuando gobernamos) o, por el otro lado, podemos quedar reducidos a la impotencia en el escenario de las Comunidades Autónomas, de cada una de ellas. Y frustrar las expectativas puestas en nosotros, en nuestro caso, por los canarios.

Los socialistas canarios no podemos inhibirnos del objetivo de facilitar la acción de un Gobierno, el de España, que con aciertos y errores --y hasta donde llega el margen de maniobra de un gobierno estatal en medio de un tifón de fuerzas financieras desatadas y desreguladas-- es la única garantía de que la crisis económica no se descargue como un cameronazo sobre quienes no la desencadenaron.

Pero, al mismo tiempo, tenemos una obligación muy seria ante la sociedad canaria: terminar con una fórmula de gobierno profundamente desgastada, recuperar el prestigio de nuestras Instituciones de autogobierno y reforzar la calidad de la democracia en el Archipiélago, para que la autonomía sea una herramienta eficaz para una Canarias más justa y con futuro.

No se lo están poniendo fácil al socialismo canario. Primero fue un acuerdo parlamentario en el, sin la firma del PSC-PSOE, se fijaban compromisos para la política canaria. “Dejando” la reforma electoral al margen de la reforma del Estatuto y, en el mismo acto, pactando nuevos desarrollos competenciales, es exactamente lo contrario de lo que hemos defendido los socialistas canarios durante demasiado tiempo.

Pero estos gestos --y el que ha tenido a bien expresar el presidente del Gobierno en el Congreso esta misma semana-- trascienden de su contenido. Que, dicho sea de paso, es bastante ridículo en el plano competencial. Su importancia real es simbólica. Y eso Paulino Rivero y compañía lo saben muy bien. Saben muy bien que esas escenas les dan pie para apuntalar su latiguillo de siempre: los partidos estatales sólo tienen en Canarias meras sucursales. En consecuencia, para qué vamos a dialogar con ellos si podemos hacerlo con sus jefes de Madrid. Ya se les trasmitirán las órdenes oportunas.

Frente a este escenario, sólo cabe inteligencia y hacerse respetar. Es más difícil lo segundo que lo primero. Porque inteligente se puede ser hasta en un arrebato de lucidez. Pero hacerse respetar no es flor de un día. Y no es fácil amojonar un espacio de autonomía, cuando se ha dado carta de naturaleza a la intervención federal en asuntos propios del socialismo canario: congreso regional, medidas excepcionales en Tenerife y en Santa Cruz…

Eso es lo malo del tacticismo. Cuando se renuncia al fuero porque conviene, no es sencillo invocarlo frente a intromisiones que no convienen. Porque esas “ayudas federales” no eran inocentes. Y cuando se reclamaron con aspavientos y se recibieron con jolgorio, ya estaban instalados todos los decorados del actual escenario en la carrera de San Jerónimo.

Y tampoco es fácil revolverse frente a esa puesta a disposición del PSC-PSOE para sacar de apuros a un Gobierno de Canarias superminoritario y desprestigiado, --como contrapartida al voto de Oramas y Perestelo--, invocando la autonomía a la que tienen derecho los socialistas canarios en los asuntos de la política canaria. Cuando se ha optado aquí, de puertas adentro de las Islas, por negar manu militari la misma autonomía a los socialistas tinerfeños en los asuntos que nos conciernen.

Porque las dos autonomías comparten la misma esencia. Y tienen el mismo reconocimiento en los Estatutos del PSOE. Por eso desde el Partido Socialista Canario hemos reafirmado tantas veces que somos el Partido que mejor representa a Canarias, al fin y al cabo un archipiélago. Y la ideología y la política de un partido no es la que predica, sino la que practica (proverbio chino o de cualquier otro sitio).

Cuando algunos de la dirigencia sienten estos días que Paulino nos quiere de rehenes, tal vez sus atolondradas cabecitas les lleven a entender lo que sentimos muchos socialistas tinerfeños cuando nos sacrifican en el altar de ATI y su Régimen. Permítanme la expresión : jode ¿verdad?.

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